No era la primera vez que entrabamos en aquella casona abandonada, a jugar a las escondidas, pero en aquella ocasión algo que no imaginábamos iba a pasar, ese día habíamos quedado con Paco, Aníbal, Melissa y Ana ir a jugar, por aquel entonces tendríamos entre 11 y 13 años.

Nuestros padres nos habían dicho que no entráramos en esa casa por nuestra seguridad pues podríamos encontrarnos con algún loco o vagabundo que nos quisiera molestar, sin embargo como adolecentes no hacíamos caso a eso.

Como venía diciendo esa vez nos juntamos eran tal vez como las 4 de la tarde, y nos dispusimos a ir a jugar escondidas en esa vieja casona, entramos por una de las ventanas que se encontraba rota y nos dispusimos a jugar. El primero en tocarle en buscar fue a Paco y desde ahí comenzaron las cosas raras, siempre jugábamos solo en la planta baja, y así lo hicimos a quienes nos toco escondernos pero Paco nos aseguraba, después de encontrarnos que el había escuchados ruidos en el segundo nivel, nosotros le aseguramos que no habíamos subido y que posiblemente eran gatos o ratas que andaban por ahí.

Así transcurrió la tarde al que le tocaba buscar escuchaba ruidos en el segundo nivel, ya en la última ronda del juego me toco buscar a mí, después de dar el tiempo suficiente para que mis amigos se escondieran comencé a buscarlos.

A todo esto ya eran como la seis de la tarde, y ya dentro de la casa la penumbra reinaba, comencé a buscar a mis amigos cuando de pronto escuche ruidos en el segundo nivel, se oía hasta donde recuerdo como pasos que corrían de un extremo a otro, en ese momento pensé que mas de alguno de mis compañeros había subido a esconderse.

Me pare enfrente de la escalera, y grite "Ahí se acuerdan que no se vale en el segundo nivel", claro que nadie me contesto, seguí buscando y a la primera que encontré fue a Ana, luego a Paco, como ya era tarde ellos dijeron que tenían que marcharse, yo les dije que estaba bien que yo seguirá buscando a Melisa y Aníbal.

Ellos se marcharon y por fin encontré a Aníbal, para ese entonces ya había entrado la noche, y comenzamos a llamar a Melisa para terminar el juego e irnos, pero no respondía, yo le gritaba que me daba por vencido, que ya saliera de donde estaba, Aníbal también me ayudo a buscarla, cuando escuchamos ruido en la parte de arriba. Nos colocamos al pie de la escalera y gritábamos Melissa… Melissa ya no estamos jugando vámonos ya...
pero no obtuvimos respuesta, solo escuchamos una burlona risa.

Armándonos de valor subimos al segundo nivel y escuchamos que unos pasos corrían hacia
una habitación, caminamos hacia donde los escuchamos a todo esto estábamos asustados, pero
también nos vencía la curiosidad, y más porque no queríamos dejar a nuestra amiga sola.

Cuando entramos en la habitación había un closet con la puerta semi abierta, nos acercamos
y llamamos a nuestra amiga, la verdad no sé si lo que vimos fue producto de nuestra
imaginación o fue algo real, pero al abrir la puerta del closet vimos una pequeña sombra que creímos era nuestra amiga, pero al fijarnos bien nos dimos cuenta que esa sombra iba creciendo
ante nuestros ojos, solo recuerdo que salimos corriendo de la habitación, mientras una risa
burlona se dejaba oír por toda la casa, no recuerdo cómo pero salimos de la casa y nos fuimos corriendo a la casa de Melissa para avisarles a sus padres, sin embargo cuál fue nuestra sorpresa que al tocar la puerta fue Melissa la que abrió, y yo le pregunte como acaso no estabas en la casa con nosotros entonces ella nos dijo que se había aburrido y que al momento en que Pablo y Ana salieron, ella se vino con ellos.

Hasta el día de hoy no puedo decir que fue lo que realmente vimos, si era un vagabundo que quería asustarnos como decían nuestros padres, o bien un ente en esa casa que decían que la habían abandonado porque a la hija de la dueña se le aparecía un duende. Lo que sí puedo asegurar, es que ya nunca más volvimos a entrar, y que aquella sombra y esa burlona risa quedo grabada en mi mente.

Este cuento ha sido enviado por M. Orozco. Agradecemos su aportación.



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