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Publicado el martes, 5 de junio de 2012
Sin darnos cuenta nos adentramos cada vez más a ese matorral fétido. Él no tenía noción de lo que hacía, solo caminaba como siguiendo al espantapájaros que se veía a lo lejos. Empezaba a oscurecer y yo comencé a sentir frío, mis pies estaban lastimados y las contracciones parecían una canción lenta que comenzaba a acelerarse:- Esperame acá, ya me oriente, tengo que ir hasta allá- señaló a esa figura toda desarmada- y después doblar a la izquierda, en veinte minutos vuelvo y traigo la batería, eso sí, después vamos a tener que caminar rápido porque el medico, tal vez, se valla al otro pueblo- me miró como pidiendo disculpas. Olió el viento- parece que va a llover encima. -Me dio una palmada en el hombro y se quedó delate de mí como esperando algo:- Andate-le dije- si te todos modos no es tu hijo y yo no soy tu mujer, estoy de acuerdo con mi destino. - Se agachó, le dio un beso a la panza :- No escuches a esta loca- Me miró a los ojos, esta vez enojado y se fue.
La historia me la habían contado una sola vez en mi vida, tenía seis años y para mi entendimiento en ese entonces era una historia terrorífica, no dormí por varias noches.
Ahora estaba allí, sola, viendo como el sol se ocultaba en el horizonte. "Dicen que todas las noches de los Santos Inocentes pasa un decapitado, buscando a los niños indefensos que no tienen padres, se los lleva lejos y nunca más se los vuelve a ver." ¿Por qué mi mente recordaba justo esa historia?
Para empezar, estábamos en marzo y todavía no se habían cumplido los nueve meses de embarazo, y por más que mi hijo no tuviese padre, me tiene a mí, que soy su madre.
Estaba en el medio de la nada, cubierta de barro y pasto seco, era inevitable que mi mente divagara.
Tenía más frío, había menos luz. ¿Cuántos minutos han pasado? Más de diez minutos seguro. Qué bueno que era él, a pesar de mi carácter podrido, gélido. Era el único que estaba conmigo. En el pueblo no soy más que una cualquiera que ha caído en pecado, bajo lujuria y pasión. Pero ellos no saben que yo era viuda, que me había casado enamorada y virgen. Mi noche de bodas fue extensa, dolorosa, y por qué no decirlo: me llevé una desilusión ¿tanto lío para eso? Me divertían más los besos y las caricias que la penetración, Mi marido se suicidó, por deudas, por desesperación. Al anochecer le dije que seríamos padres. Cenamos, hicimos el amor y al día siguiente lo encontré colgado de una viga. Huí de ese pueblo, sin una moneda y caí en uno peor.
Ya estaba oscuro, apenas se veía a lo lejos el espantapájaros. Miraba para todos lados, intenté ponerme de pie, pero una puntaba me fulminó y caí:- Oh,qué dolor ¿dónde estará?- Hablaba conmigo misma, en voz alta. Me sentí Robinson reflexionando conmigo misma.
El dolor había aumentado, no lo podía controlar. Escuché unos pasos, pensé que era él, pero no era él... Algo había cambiado, en sus manos no llevaba una batería, ni una manta o un abrigo ¡en sus manos no traía nada! Me quitó con violencia los pantalones, estaba extasiado, delirante. Me acarició las piernas, los muslos... me apretó los pechos. Cuando reaccioné le propiné un fuerte cachetazo. Mi hijo estaba a punto de nacer y las cosas no mejoraban. Los matorrales se movían, unos ojos colorados se fijaron en mí, labios apenas visibles. Una lápida con expresión.
No podía correr, ni siquiera defenderme. Con cada contracción, el extraño par de espectadores se ponían nerviosos. ¿Qué haría? Aullé, no sé porqué. Me salió del alma. Los ojos colorados se acercaron, el hielo se posó sobre mí. Cerré los míos y sentí como mi hijo salía de mí, un río tibio me recorría. Quise tomarlo en mis brazos, pero lo tenía él. Él, quien me había ayudado, él, quien me había besado un atardecer.
La gente del pueblo me miraba mal, escupían detrás de mí porque decían que yo traería al hijo del dragón a sus vidas nuevamente.
Lo que salió de mí, no era un bebé, era algo oscuro, de piel viscosa, con cuencas profundas y la boca pegada.
Mi marido no se suicidó por deudas, se suicidó porque yo iba a traer el mundo algo horripilante.
Y yo, yo creí que él me ayudaba por caridad. Solo era un títere de ese ser que ahora tenía a eso que salió de mí...
Este cuento ha sido enviado por Annia. Agradecemos su aportación.
Categoria: Cuentos de terror
3 Comentarios de “RELATOS DE TERROR | Cuentos, historias, pesadillas y miedo”
creo que desde este momento utilisare condon jajajaja
jajaja, buena idea.
Los profilácticos salvan vidas.