Este cuento me lo contó mi abuelo hace muchos años. Resulta que mi abuelo cuando era joven se dedicaba al comercio y viajaba mucho a Los Yungas, zona tropical de La Paz Bolivia, en esa época los viajes se los hacía caminando o a caballo, los caminos eran pequeños senderos y un viaje tomaba una semana o más dependiendo la distancia. La ruta más segura era por Chuquiaguillo pasando Unduavi población cercana a las montañas. Había una ruta alternativa un poco más peligrosa pero ahorraba unos dos días de caminata. En cierta ocasión mi abuelo tenía una reunión con clientes muy importantes pero debía llegar en 4 días a Coripata un pueblito de Los Yungas. Lo regular era llegar en siete días o seis en el mejor de los casos, así que mi abuelo optó por tomar el atajo. El primer día no paso nada, camino tranquilo y solo notó la ausencia de viajeros, casi nadie tomaba ese camino porque decían que estaba maldito y que cosas extrañas pasaban en el. El segundo día observó a un viajero que se encontraba muy lejos, extrañamente no llevaba equipaje de viaje ni siquiera una manta para dormir, casi al atardecer logró encontrarlo, se encontraba sentado en una roca, mi abuelo se sentó cerca y empezó a conversar con el, pero por más que le hablaba el extraño no le respondía y ocultaba la cara, esto le dio curiosidad a mi abuelo y se acerco. Fue grande su sorpresa al comprobar que tenia una cresta como de gallo, no tenía orejas y sus ojos parecían ensangrentados. Mi abuelo se echó a correr hasta que resbaló a una cañada y perdió el sentido. Al recobrar el sentido ya amanecía y echó a caminar con todas sus fuerzas el terror de lo que había visto hizo que se transformara en un atleta casi corría, sentía que a su alrededor era observado y esto le causaba pavor.
Ya volvía a caer la tarde y volvió a ver a ese extraño ser pero ahora no estaba solo, con el había casi una docena, que se podían ver a lo lejos bajando de un cerro con dirección a el, empezó a correr con todas sus fuerzas y encontró a dos viajeros que venían en sentido contrario, se detuvo y les dijo lo que había visto. Los viajeros le dijeron que solo eran ladrones y que ellos estaban armados y los espantarían con unos disparos. Mi abuelo seguía corriendo porque sabia que no eran ladrones, después de un momento escuchó dos disparos y se dio la vuelta, a lo lejos observó como esos seres se lanzaban como lobos sobre los dos viajeros y se los devoraban despedazándolos como si fueran pequeños corderos. El pánico se apodero de mi abuelo y corrió tan fuerte como pudo, a lo lejos pudo observar las luces de mecheros que se usaban en las plazas y las casas, por fin se encontraba cerca del pueblo. Pudo llegar y comentó con los lugareños lo sucedido, nadie le creía solo los familiares de los viajeros que al día siguiente fueron a buscar los restos de sus seres queridos, solo encontraron algunos pedazos de ropa ensangrentada y sus utensilios personales. Esta historia fue contada por varias generaciones y aún hoy los viajeros temen usar esta ruta.

Este cuento ha sido enviado por Roger Arce. Agradecemos su aportación.



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