En la aldea de Mecolé vivían unos pocos habitantes que se ayudaban unos a otros. Tania era una hermosa mujer de 35 años que trabajaba en su casa limpiándola y cuidando a sus queridos hijos. Tenía 3 hijos : Andrés, de 17 años, Alejando, de 15 años y el más joven, Pablo de 3. Desgraciadamente, Tania era viuda hace 2 años y tenía que cuidar sola a sus traviesos hijos. Su marido murió en extrañas circunstancias junto sus 2 compañeros cuando estaban de caza en bosque llamado "Sin nombre" y nunca se encontraron sus cuerpos.
Una calurosa noche de verano Tania tuvo una gran pelea con Andrés y Alejando; los dos querían aprender caza pero su madre se lo impedía por la triste depresión que le causó al haberse desaparecido su marido mientras cazaba.
-¡Venga mamá! Ya somos lo bastantes mayores para aprender caza.
-¡Que no Andrés! No quiero que os pase igual que a vuestro pobre padre.
-Hazme caso mamá, a Andrés y a mi no nos pasará nada sabemos actuar.
-¡Te lo prohibo a Andrés y a ti!

Andrés y Alejando enfadados se fueron de la casa sin decir nada. Entonces Pablo preguntó:
-¿A donde van Andé y Aledando?
-No lo sé, cariño. Pero no creo que vayan muy lejos, ya volverán.
Al contrario, Andrés y Alejando iban dirigidos al bosque "Sin Nombre", querían demostrar lo valientes que eran encontrando a su padre ya sea vivo o muerto. Se adentraron al corazón del bosque sin saber en que problema se metían: el bosque "Sin Nombre" era el más temido de Mecolé y nadie se atrevía a entrar. Todo se veía oscuro, los árboles eran terroríficos dado a su forma y ya no hacía ese calor de verano, sino un frío terrible. De repente, se oyó como unas ramas se caían, Andrés y Alejando miraron a su alrededor, no diferenciaban los árboles de unas figuras humanas que lentamente se acercaron hasta ver su horrible apariencia. Eran, como, 5 niños, de 9 o 10 años, que tenían los ojos blancos y otro en la frente, tenían dos lenguas larguísimas llenas de babas negras, desnudos completamente, carecían de nariz y cejas. Del susto salieron corriendo, los niños extraños les persiguieron hasta que cayeron a un agujero en el suelo que por la oscuridad no lo vieron a tiempo. Cayeron y sufrieron un duro golpe en piernas y espalda. Desde arriba se veían a los niños que pronto se hicieron una docena. Treparon hasta estar en el interior del agujero y Andrés y Alejandro se metieron por un pasillo que había y siguió hasta una pequeña casita. La casita era de madera toda, bastante bonita pero no había ni un solo cuadro o algún tipo de decoración. Bajaron fueron al sótano de la casita para protegerse de aquellos niños extraños. Pero en el sótano no encontraron nada bueno: había miles de cadáveres revolcados unos encima de otros, la mayoría de estos ya eran esqueletos, algunos estaban podridos y otros eran recientes. Encontraron el cadáver de su padre, ya en estado descompuesto. Lloraron, pero ya cuando apenas habían salido tres lágrimas, estaban golpeando a la puerta, eran los niños extraños. Andrés y Alejandro estaban sujetando la puerta, pero los golpes y empujones eran demasiados y no pudieron soportarlo.

Tania y Pablo estaban junto a la policía en el mismo bosque, buscando a sus hijos Andrés y Alejandro. Tristemente murieron al haber sido arrancados sus órganos por los niños extraños.

Era una noche fría de invierno, cuando Sara y Marta fueron de excursión al bosque "Sin Nombre" ...

Este cuento ha sido enviado por Esther, agradecemos su aportación.



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